Por Mauricio Castaño H
Historiador
colombiakritica.blogspot.com

Los indígenas enseñaron al país la eficiencia de la justicia. El pueblo Nasa capturó a unos indígenas guerrilleros que cometieron crimen a miembros de su comunidad, en tiempo exprés de tan sólo cuatro días dictaminaron condenas de cuarenta y sesenta años. Este mismo hecho hubiera tardado años a la justicia ordinaria, la cual cuenta con una estadística de más del noventa por ciento de impunidad, además de su horrenda corrupción que la carcome; por mes gastan mil quinientos millones de pesos para eventos de unas tales capacitaciones. Hace poco el país se escandalizó porque los togados programaron en las playas de Cartagena un seminario por valor de 450 millones, injustificado porque pudo evitarse y hacerse en espacios propios.

En las comunidades concretas como las indígenas, por ejemplo, se evidencia la vitalidad, las costumbres, la memoria, las enseñanzas y su aplicación se ejecutan sin mayores ambigüedades y sin abstracciones que alejan de las realidades de la vida misma. Lo contrario sucede en las sociedades abstractas donde la diversidad confunde y en río revuelto todo el mundo pesca, como en el caso de la justicia colombiana y sus togados embriagados por el poder burocrático, perdidos en una sociedad multiforme pareciera que no tienen objeto real, divagan hasta la saciedad, recordemos que Colombia es el país llamado de las leyes, existen más de ciento cincuenta instituciones que producen jurisprudencia, una torre de babel legislativa, una dicta qué hacer y pasada la hora otra institución ordena lo contrario. Es el peligro de lo demasiado general abstracto que raya con lo ideal inexistente.

Manifestación de este envenenamiento social, de este caos social, es el operador político. Manifestó William Rodríguez Abadía, ex miembro del cartel de Cali, la corrupción en la política, se mueven al ritmo del soborno, todo se compra y todo se vende, compraban congresistas según su capacidad de influencia. La política al servicio del mundo criminal del narcotráfico, con Belisario, afirmaba, se negoció impunidad con los guerrilleros del M – 19, con el gobierno de Ernesto Samper se tranzó con el cartel del narcotráfico de la ciudad de Cali, y con de Álvaro Uribe Vélez con el paramilitarismo. La norma permanente de los gobiernos con la criminalidad vuelta gran negocio y gran amenaza que desestabiliza el poco poder institucional. Asumen la irregularidad como norma social, política, jurídica y económica.

La confusión viene de las complejidades inaprensibles. Cuando se quiere evadir controles se acude a los sistemas complejos, los que desechan la capacidad de comprensión humana o al menos la enredan, la hacen fatigosa hasta abandonarla y quedarse con la sola conformidad. Divide y reinarás. Se ha advertido que la corrupción es el substrato que navega en la mar de complejidad. Los mundos reales vienen más de las minorías, por ejemplo, los negros, las luchas obreras, las mujeres, los jóvenes, los gitanos, o como referenciamos, los indígenas. Las abstracciones son irreales, confunden, útiles para los inescrupulosos políticos y mafiosos. La pragmática moderna refiere el federalismo, reivindicando con ello la concreción de unas comunidades más autónomas y que comparten una vida más similar en sus costumbres, en sus identidades. Las abstracciones cultivan la divagación y en la burocracia el parasitismo y mejor aún la corrupción, y el pasaporte de la inescrupuloso crimen, de la inescrupulosa injusticia, sálvese quien pueda, los demás no importan. 

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